Derechos Invisibles en la Cama

Si bien es cierto que por más humanos que seamos seguimos siendo “muy animales”, debo confesar que soy absolutamente seguidor y amante del control de esa química orgánica que nos lleva a oler y saber de una forma muy particular. 

En palabras más directas, hoy quiero hacer una denuncia pública de la constante violación de lo que llamo “derechos invisibles en la cama”. Y cuando hablo de tales derechos me refiero a los mínimos de respeto que suelen romperse cuando decidimos echarnos un polvito, o acostarnos con la pareja de turno. Derechos que relaciono directamente con la higiene corporal, que en muchos casos está muy olvidada. 


Aunque parezca horrible hablar de estos temas, ¿a quién no le ha salido un amante con sorpresa? Esos que vestidos huelen delicioso, pero que desvestidos sacan corriendo hasta al más diplomático de los afectados por sus apestosos olores.



¡Por Dios señores! A todos nos habrá tocado soportar en silencio, esos abusos de fulanos poco considerados y faltos de sentido común, ese sentido que nos lleva a darnos un buen bañito cuando sabemos que hay conquista posible.

¿De cuándo acá le damos validez a la sentencia de algunos conchudos que aseguran que cada parte del cuerpo debe oler a lo que produce o expulsa? ¡Por favor! Empecemos de arriba hacia abajo…

El aliento: por cortesía básica o “protocolo gay”, no queda mal revisarlo de vez en cuando, ese suele ser el primer contacto que amarra o debilita cualquier posibilidad de encuentro sexual o rumbeo.

Si bien es cierto que resulta aburrido andar con cepillo de dientes en el bolsillo trasero del pantalón, si queda fácil mantener una higiene juiciosa que nos haga menos susceptibles a tener mal olor de boca. Además, inventos benditos como las pastillas o los spray de menta, pueden ayudar luego de una comida o de varios tragos sucesivos en el antro.

Caminando el delicioso cuerpo masculino, seguimos descendiendo y nos encontramos con las axilas o sobacos (palabra de mi abuelita), que particularmente figuran entre los fetiches más disfrutados por mí, es decir, me encantan las axilas masculinas: besarlas, olerlas, mirarlas, explorarlas, en fin, rayones de mi cabeza.

Sin embargo, debo confesar que en más de una ocasión me he quedado con las ganas, porque pareciera que algunos señores no se pasan el jabón por allí. Caminas, vas al gimnasio, duermes, y la química hace lo que debe, así que no queda mal cuidarlas para que al estirarse en la cama a la hora del “acto amatorio”, los brazos puedan abrirse sin miedo, y así, quienes nos derretimos con ese pedacito de cielo donde confluyen el bíceps, el pectoral, y algunos vellos bien cuidados, podremos darnos un banquete de morbo.

Un poco más abajo está el pene. Pobrecillo, se cree que no requiere de baño profundo. A conciencia ¿cuántos no hemos sufrido el empuje violento de la mano de quien espera un blow job, y al que nos negamos porque al señor “eso” le huele a muestra de orina”? ¿Quién se inventó que es normal que el pene huela a “chi chi”?

En este caso quienes son circuncidados corren con suerte, su glande está expuesto, y se libran de algunos problemillas, que con disciplina, podemos capotear quienes contamos con prepucio, es decir, quienes tenemos capuchón.


Disciplina señores: durante el baño es prudente abrirlo para que cualquier residuo desaparezca, y a la hora de ir a orinar en medio de una toma de cervezas, es bueno correr el prepucio para evitar que más tarde alguien se niegue a satisfacer sus deseos. Además, está comprobado, que aún con prepucio, es posible acostumbrase a tenerlo corrido, es decir, a que permanezca replegada para que el glande respire las 24 horas del día.

Dando un giro a esta misma altura de la exquisita anatomía masculina, llegamos a la zona posterior. Allí, allí mismo, lo que usted se está imaginando: “el culo”. Si bien es cierto que no es una mina de oro, y que de allí no salen piedras preciosas, sí es cierto que puede estar limpio al 100 por ciento.

Para no entrar en detalles desagradables, basta recordarles a todos que el jabón existe, y que por “protocolo gay”, es mejor abstenerse de solicitar trabajos sexuales en esta área, si no se está completamente seguro de una inmaculada presentación.

Evite que su pareja pierda lo que llamo “la confianza higiénica”, eso que le permite a un fulano atreverse a recorrerlo sin prevención una y otra vez porque está seguro de su limpieza absoluta. No nos digamos mentiras, luego de haber encontrado algo no esperado en medio de un encuentro sexual, se genera una prevención que difícilmente desaparece.

Ahora bien, accidentes pueden suceder… Pocos pueden asegurar que jamás les ha pasado algo inesperado en medio del acto, pero se entiende que son gajes del oficio, que no siempre se pueden “controlar”. Ustedes entienden a qué me refiero. En esos casos simplemente relájense y tómenlo con naturalidad.

Para finalizar este delicioso recorrido, llegamos a los pies. Mmmmmm ¿Acaso hay algo más sexy que un hombre con pies pulcros usando sandalias en la playa? Algunos estarán de este lado y me darán la razón, a otros les dará igual, pero ¿por qué diablos tener uñas de ave rapaz? Además, si su química corporal no le ayuda… hay productos para mantenerlos frescos y “listos para un beso”.

En fin, aunque lo que he escrito pueda parecer obvio para muchos, para otros aún hace parte del mundo desconocido de la higiene corporal, los derechos invisibles en la cama, o la etiqueta amatoria. Sin embargo, sea cual sea el caso, preparándose para un encuentro, o estando siempre listos en esta materia, disfrutaremos de relaciones sexuales más largas y creativas, y sobre todo, nos liberaremos de la aburrida “ansiedad penetrativa”, esa que lleva a la gente a terminar enganchados en menos de dos minutos… porque con un cuerpo sucio, no hay nada más que hacer: penetrar y terminar. En esos casos el contacto corporal, la exploración, el erotismo y el morbo, desaparecen del mapa.

Como dice un amigo: “para gustos, colores”, es decir, si a eso de recorrer el cuerpo no te interesa, lo respeto. Pero para quienes esperamos más que “la estocada final”, que de hecho no debería ser obligatoria, resulta mejor contar con un territorio limpio y listo para ser recorrido.

Y recuerden, no le pidamos tanto a Dior, Calvin Klein o Yves Saint Laurent, sus lociones no taparán la suciedad, sólo lograremos camuflar infructuosamente algo que luego del agite, saldrá inevitablemente a flote. 


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